Claire Mouradian, profesora de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales en París
“El genocidio es un problema actual”
Hoy se cumplen 99 años del exterminio del pueblo armenio a manos de las autoridades otomanas, que comenzó en 1915 y que terminó con la vida de un millón y medio de personas. La experta explica por qué algunos países no lo reconocen.
Mouradian, que participó este mes del Congreso Internacional sobre Genocidio Armenio organizado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, señaló que Turquía debe asumir su responsabilidad ante lo ocurrido. “Los turcos les quitaron todo a los armenios y deberían devolverles todo. Casas, bienes, iglesias, cuentas bancarias. En el tratado de Sèvres de 1920, cuando se hizo una repartición del imperio otomano y se crearon nuevos estados, se condenaron los crímenes de guerra y se elaboró una lista de reparación. Era una lista precisa. Los herederos del imperio otomano no quieren hacerse cargo de esas deudas”, aseveró, y dijo que Turquía no quiere aceptar este legado por una cuestión económica y de imagen. “Aceptarlo implica reconocer cómo fue construida Turquía. Les hicieron creer a los turcos que están allí desde siempre y que los armenios nunca existieron. Eso es negacionismo puro”, añadió.
El genocidio armenio, en plena guerra mundial, respondió a un intento por reconfigurar un imperio en decadencia, según Mouradian. “Hubieron distintos intentos de salvar al imperio otomano, que estaba el declive. El primer intento era darles iguales derechos a quienes vivían en el imperio. Hubo algunos cambios en la Constitución para reconocer los mismos derechos a musulmanes y no musulmanes. Finalmente no prosperó y el imperio seguía desintegrándose. Se decidió aplicar la islamización y a eso le siguió la creación de una nueva nación: Turquía. Había armenios, búlgaros, kurdos, albaneses y árabes. Se trataba de una creación artificial. Entonces decidieron turquizar a los no musulmanes”, contó. Los armenios eran considerados el componente más peligroso dentro del imperio porque –según la experta– eran cristianos y tenía contacto con los rusos a través de sus fronteras, principal enemigo de los turcos. Además, debido a masacres previas, se habían constituido movimientos armados y vivían en comunidades muy compactas.
“Los armenios ocupaban un buen lugar en la estructura económica del imperio, por lo que representaban un obstáculo para la turquización de la economía. Pero eran el primer eslabón. Los griegos, los caucásicos y los judíos también fueron un objetivo para los turcos. Hicieron una ingeniería territorial y demográfica”, prosiguió Mouradian. Talaat, el ministro del Interior del imperio, fue el que planificó el genocidio, el que vigiló pueblo por pueblo la actividad en la península de Anatolia y organizó el desplazamiento de los distintos grupos. “La idea era desplazarlos para que no constituyeran un grupo homogéneo y poder asimilarlos, convertirlos en turcos. Al final de la Primera Guerra Mundial, la mitad de la población de Anatolia había cambiado”, apuntó la experta francesa de origen armenio.
Una de las consecuencias del genocidio fue la gran diáspora armenia. “La mitad de la población armenia desapareció. Pero la consecuencia más notable fue la creación de una gran diáspora. Por eso hay armenios en Argentina, en Brasil, en Estados Unidos, en Francia. Es un problema para los turcos, porque adonde vayan siempre hay armenios. Un efecto bumerang”, bromeó Mouradian. Más allá de que los perpetradores del genocidio estén muertos, la investigadora consideró que el exterminio es aún un tema caro para los turcos. “Es difícil admitir que tus ancestros son asesinos, que tu casa fue usurpada, que tu pasado no fue tan glorioso”, reconoció.
Entrevista: Patricio Porta
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