El asesinato de George Floyd a manos de la policía de Minneapolis encendió -literalmente- el enojo de millones de personas en Estados Unidos, que se volcaron en masa a las calles. Las protestas derivaron en represión y saqueos y, finalmente, Donald Trump decidió decretar toque de queda en varias ciudades y militarizar las calles.
El racismo en los Estados Unidos, y posiblemente en todo el mundo, tiene una historia que está muy ligada a la manera en que habitamos las ciudades. Así como la policía es más violenta con determinados grupos que con otros, la ciudad también se percibe más accesible para una familia blanca que para una negra.
La historia del racismo en Estados Unidos -y me arriesgaría a decir que también en el resto del mundo- es en gran medida una historia sobre el derecho a la ciudad.
Tan es así que uno de los hitos en torno a la lucha de la población negra en ese país sucedió en un colectivo cuando
Rosa Parks, una mujer negra y activista por los derechos civiles, se negó a cederle el asiento a un hombre blanco. Corría el año 1955 en la ciudad de Montgomery, Alabama.
En ese momento, una línea separaba los asientos de adelante de los de atrás, donde tenían que ubicarse las personas negras. Este tipo de prácticas explícitas de segregación estaban volcadas en leyes estatales conocidas como las “
leyes de Jim Crow”, que tuvieron vigencia desde el final de la guerra de secesión hasta 1964.
Jim Crow no era un legislador ni nada parecido. Era un personaje negro interpretado por un actor blanco que se pintaba la cara y caricaturizaba a un afroestadounidense con una discapacidad física, cantando y bailando de maneras exóticas. El número se popularizó tanto durante el siglo XIX que con el tiempo “Jim Crow” pasó a ser una forma peyorativa de llamar a una persona negra.
Al principio de This is America, la postura de Childish Gambino al disparar un arma es justamente una referencia al dibujo más conocido de Jim Crow.
La palabra clave
Me fui por las ramas. Volamos a la palabra clave: segregación. Existen de muchos tipos pero la segregación racial es una de las más estudiadas por urbanistas norteamericanos. Gonzalo, un lector de #TramaUrbana, me respondió el correo de la semana pasada recomendándome
este video en el que Adam Conover relata de manera humorística la política del
redlining que tuvo -y tiene- lugar en Estados Unidos.
El concepto de redlining fue acuñado en los años 60 por el sociólogo John McKnight y se refiere a prácticas discriminatorias a la hora de prestar servicios en determinados territorios por su composición sociodemográfica. Entrada la década del 30 en Estados Unidos, el plan de reactivación económica conocido como New Deal tuvo como uno de sus objetivos el otorgamiento de créditos hipotecarios a las familias, lo que dio lugar al desarrollo de lo que hoy son los suburbios de muchas grandes ciudades como Nueva York o San Francisco.
Pero no todas las familias estaban incluidas en el plan. Tanto los bancos como los organismos públicos calificaban barrios como tipo A, B, C, o D para determinar de qué manera iban a prestar plata. Los barrios A eran de bajo riesgo y los barrios D de muy alto riesgo, por lo cual si vivías en A probablemente podías conseguir un préstamo alto y con una tasa baja, mientras que si vivías en D te prestaban muy poco y a tasas altas.
Hasta acá nada fuera de lo normal para una economía capitalista moderna, ponele. El tema es que la calificación de los barrios se basaba en gran medida en variables como la composición racial y de clase. Como explica Conover en el video, la posibilidad de cambiar de barrio para conseguir un mejor préstamo estaba también restringida por otras políticas locales que
explícitamente excluían a personas no blancas de los nuevos suburbios.
Incluso después de que esas exclusiones dejaran de existir -aunque las políticas de redlining perduran hasta hoy en día- sus consecuencias se sienten hasta la actualidad. La riqueza de las familias blancas que vivían en barrios A se acumulaba al mismo ritmo que las familias negras de los barrios D acumulaban deudas y pobreza.
Podríamos decir que el
redlining es el origen de una brecha de riqueza patrimonial de alrededor de
diez veces entre una familia típica blanca (170.000 dólares) y una negra o latina (17.000 dólares). Una herencia, además, difícil de romper porque la educación pública en Estados Unidos está financiada a nivel local por impuestos a la propiedad, lo que hace que las escuelas también estén altamente segregadas y aquellas situadas en barrios con predominancia de población afroestadounidense o latina, cuenten con menos recursos.
Pero el castigo a los barrios no blancos no termina ahí. Para que las familias que habían construido o comprado sus casas en los suburbios pudieran llegar en auto -otra de las industrias motorizadas por el New Deal- a sus casas con jardín, se construyeron infinidad de puentes y autopistas que atravesaron los barrios más pobres.
Me enteré
por Federico Poore: esta semana se dieron
protestas masivas en la autopista I-10 de Nueva Orleans, que justamente atraviesa un barrio residencial con predominancia de familias negras. Esta autopista está primera en
el ranking de “autopistas sin futuro”
de la organización no gubernamental CNU (
Congress For a New Urbanism). Y la verdad que tiene el puesto bien ganado:
This is Argentina
¿Te suena? Sí, es muy parecido a lo que pasó acá en nomás con, por ejemplo, el Acceso Sudeste que separa Villa Azul y Villa Itatí en Quilmes, sobre lo que te escribí la semana pasada. Dentro de la Ciudad de Buenos Aires también pasa algo similar con las diferentes autopistas que operan como fronteras entre barrios, con un correlato nítido en el precios de sus inmuebles.
Sin embargo, el ejemplo más conocido dentro del territorio porteño es la construcción de la Autopista Illia sobre la Villa 31, que fue diseñada por el intendente de la dictadura Osvaldo Cacciatore pero inaugurada por Jorge Domínguez en 1996 no sin antes barrer con los hogares que se cruzaban en sus planes, lo que le valió al intendente el sobrenombre de
“topadora”.
Si bien la idea de suburbs en el Argentina y en América Latina no se difundió tanto, la proliferación de barrios cerrados desde los años 70 también dio lugar a una segregación desde arriba que definió la segregación de los y las de abajo.
Al tiempo que estos barrios ocasionaron inundaciones -como en los alrededores de
Nordelta- y otros efectos nocivos en barrios populares, autopistas y rutas nuevas irrumpieron en barrios consolidados de sectores de ingresos medios y bajos configurando barreras sociales de hormigón y asfalto, acentuando aún más la desigualdad urbana. No es casualidad que el partido de Pilar sea, al mismo tiempo, el distrito más desigual del país y el que tiene más barrios cerrados.
La violencia policial y el territorio
La violencia policial de la cual fue víctima George Floyd el 25 de mayo, y que sufre la población afroestadounidense en general, también parece ser diferente según en qué tipo de territorio operen las fuerzas de seguridad. Y también tiene que ver con los suburbios.
Al respecto, me gustó
esta nota de FiveThirtyEight (que te recomiendo que sigas especialmente si te interesa la política yanqui) que sostiene que la policía está matando más gente en las áreas periféricas y rurales y menos en las grandes ciudades. Le sumamos otra razón a mi cruzada a favor de las ciudades densas.
No se trata tanto de números como de tendencias. Según diversas fuentes que recopila el autor del artículo -porque no hay fuentes oficiales a nivel nacional- mientras que entre 2013 y 2019 los asesinatos a manos de la policía bajaron un 30% en ciudades grandes, en el mismo período aumentó en áreas rurales y suburbanas. La causa aparente es que mientras en las grandes ciudades se implementaron reformas respecto de cómo las fuerzas de seguridad deben ejercer la violencia en caso de ser necesaria, estas políticas fueron implementadas en menor medida en zonas menos densas.
En Argentina esta semana tuvimos
un ejemplo claro de que no hace falta irse a Minneapolis para ver el solapamiento entre violencia policial y discriminación racial o étnica. Al grito de “indios infectados” un grupo de policías entró a una casa en la localidad de Fontana, en Chaco, y golpearon a todos sus habitantes. Luego secuestraron a dos varones y dos mujeres menores de edad, de quienes abusaron en la comisaría. Los policías involucrados fueron apartados de la fuerza y están siendo investigados.
Los datos de cómo opera la violencia policial en nuestro territorio nacional tampoco abundan en las fuentes oficiales. Sin embargo, según la
CORREPI, la cantidad de muertes en manos de las fuerzas de seguridad en relación a la cantidad de habitantes es encabezada por la provincia y la ciudad de Buenos Aires. Pero los tres distritos que le siguen no son precisamente las provincias más densamente pobladas: Catamarca, Chaco y Chubut.
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